Por Fabián Padilla
The West Wing es una serie del año 1999, creada por Aaron Sorkin, guionista norteamericano (Moneyball, Steve Jobs), que retrata los dulces y amargos días de la vida del ficticio presidente de los Estados Unidos, Josiah Bartlet (Martin Sheen) y su Ala Oeste, lo que llevado a Chile sería equivalente al Segundo Piso de La Moneda, es decir, el equipo de confianza de la máxima autoridad.
Esta serie es muy reconocida en el mundo político chileno y a nivel internacional por diferentes razones, una de ellas, quizás la más relevante, consiste en la trama única de esta que retrata cómo es la vida de los que toman las decisiones en EE.UU., compuesta de políticos, escritores de discurso, abogados, expertos electorales, lobbistas, secretarias, pasantes, y un presidente de los EE.UU. que podría ser considerado hoy la antítesis del presidente Donald Trump.
Jed Bartlet (para los amigos) es un presidente blanco, católico y demócrata (como J.F.K.), campechano, ex gobernador de The New Hampshire, economista, profesor de economía y ganador de un Nobel en la disciplina. Pero lo más importante, es que es un presidente que nunca esperó llegar a esa posición y es una persona, cuya virtud moral está por sobre cualquier política o práctica económica. Influenciado por su religión, o por el sentido más republicano de sus convicciones públicas, Batlet conduce, como el pastor a su rebaño, a los asesores que ven en él la esperanza de que puede existir “buena política”: aquella que combate la pobreza y no a los pobres.
Un capítulo
El quinto capítulo de la primera temporada, The Crackpots and These Woman (Los Chalados y Esas mujeres) fue emitido el 13 de octubre del año 1999, pero está más vigente hoy que ayer, 20 años después de su emisión porque, de alguna forma, nos dio luces de cómo la buena política pudo evitar el ataque letal del coronavirus.
Este capítulo es uno de los mejores de la temporada, por varias razones también, pero la principal es que revela la intimidad del asesor estrella del presidente, Joshua Lymann, quien perdió a su hermana mayor en un incendio, mientras él se salvaba, lo que generó la angustiosa culpa de vivir a pesar de ella. En el capítulo dice tararear el Ave María de Schubert en su cabeza, en memoria de su hermana, cuyo sueño era ser directora de orquesta y amaba al compositor alemán.
Lo que gatilló este recuerdo en el personaje fueron dos hechos microscópicos y trascendentales, tal como el Covid-19: pequeño y fundamental.
El primero fue que, al principio del capítulo, la Secretaria de Prensa, le pide a Lyman que revise un artículo del Newyorker sobre la viruela, enfermedad que la OMS declaró erradicada oficialmente en todo el planeta el año 1980, hace exactamente 40 años.
El segundo hecho fue que el jefe de gabinete del presidente hizo que Lyman (asesor) recibiera una tarjeta especial de parte de la Agencia de Seguridad Nacional, que le permitía saber, en caso de desastre nuclear, donde tenía que ir.
Una predicción
Josh Lyman lee la nota del Newyorker sobre la viruela y decide informar al presidente sobre el tema. También le confiesa a la secretaria de Prensa del presidente, que recibió una tarjeta por desastre nuclear y que ella no la había recibido, eso lo tenía profundamente aproblemado, por el cariño que siente por sus colegas además del peso que significa saber que él se salvará, mientras otros, a quien quiere y respeta, no lo harán.
— ¿Se tiene que estar loco para crear algo poderoso? (Le dice Lyman a C.J. la secretaria de Prensa)
— La Guerra Fría terminó Josh, no va a ocurrir una…
— No, C.J., no pasará así. No van a oprimir un botón rojo y estallarán bombas.
— ¿Cómo será?
— Será como esto (libro sobre la Viruela). Las viruelas se extinguieron hace 50 años. Nadie tiene inmunidad. Vuela por el aire. Si te contagias, cargarás una nube pesada contigo. Si 100 personas en New York se contagian, tendrías que cercarlas con 100 millones de personas vacunadas para contenerlo. ¿Sabes cuántas dosis de vacuna contra las viruelas existen en el país? Siete. Si 100 personas se contagian en la ciudad de New York habrá una emergencia médica global, que hará parecer al VIH como una simple gripe ridícula. Así será… un pequeño tubo con una tapa de goma que está deteriorándose. Un sujeto que se para en la estación Times Square y la arroja con fuerza al suelo. Comenzará entonces la guerra.
Extracto del capítulo quinto de la primera temporada de The West Wing.
No vale la pena escribir muchas palabras para asociar este guión escrito en los años 90 con los eventos del 2020 que estamos padeciendo. Lo anterior, nos lleva a pensar en la profunda negligencia humanitaria global que hemos cometido al no prepararnos lo suficientemente bien para derrotar las enfermedades. ¿En qué minuto perdimos el rumbo de luchar por aquellas causas que unen a la política, las religiones, incluso, unen a los incrédulos? ¿En que minuto dejamos de prepararnos como una gran nación global para ir contra el cáncer, el VIH, la pobreza, la desigualdad, la educación de mala calidad?
¿Cuántas vacunas existen para el coronavirus? Ninguna. ¿Cuántos muertos cuenta Nueva York? Muchos; se contratan congeladores gigantes para refrigerar a los cuerpos, que aún no pueden ser despedidos. Mientras, EE.UU. y China tensionan sus posiciones políticas globales y se disputan el nuevo orden global, que comenzará inmediatamente después de que el mundo alcance al menos un 80% de contagio de Covid-19: la inmunidad de rebaño. Es decir, cuando la mayor parte del mundo tenga anticuerpos al coronavirus, ya habrán pasado los años y el mundo habrá cambiado para siempre.
Una reflexión
Dejamos de creer en la política, porque series como The West Wing son solo una ficción, una bonita utopía donde la primera potencia del mundo está gobernada por alguien tan humano y temeroso de Dios, como fanático de la ciencia y de los números. Una autoridad que lucha por las grandes batallas humanitarias, porque sabe su rol y el papel que juega. Todos los países soñamos un presidente como Jed Bartlet, pero tenemos lo que merecemos: líderes globales que no han estado a la altura de los desafíos que superan las fronteras de lo político hacia lo ético y universal, que involucra al ser humano como especie, no como un consumidor, sino como una vida más entre tantas otras que conviven con nosotros y vuelven a las ciudades que superpoblamos, caminan por el asfalto que levantamos con orgullo por y para nosotros, y exploran el nuevo vacío con calma y seguridad, oliendo el miedo de esta fragil especie que se esconde en sus muros de concreto, pero que alguna vez clavó la bandera con el rostro de Charles Darwin en la cúspide de los reinos animales.
Al final del capítulo, el asesor Josh Lyman le devuelve la tarjeta nuclear al presidente y le dice que prefiere pelear y morir junto a sus colegas y amigos, a escapar y levantar una bandera blanca en señal de derrota. El presidente Bartlet lo abraza y decide tomar la palabra, reúne a su staff, y a toda el Ala Oeste de la Casa Blanca para decirles:
— Te puedo asegurar Sam que no hay ninguna nave de otro planeta. Quizás un abandonado satélite soviético, un fallo de uno de sus cohetes que no pudo escapar de la órbita terrestre, un triste recuerdo de otra época, cuando dos naciones poderosas se retaron entre sí para ver quién llegaría audazmente al espacio exterior. ¿Cuál será nuestro próximo reto Toby? ¿El que nos haga ir más lejos y nos haga trabajar más duro? ¿Sabían que cuando la viruela se erradicó fue considerada la proeza humanitaria más grande del siglo? Seguro podemos repetirlo, como hicimos en una época en que nuestros ojos miraron al cielo y con nuestros dedos cruzados, tocamos el rostro de Dios.
Extracto del capítulo quinto de la primera temporada de The West Wing.
Quizás, aún hay esperanza de que la Política se acerca a este utopía y se una para siempre en la causa común de eliminar la pobreza, terminar con el hambre, asegurar el acceso libre a la Salud universal y volvamos a depositar nuestra fe y recursos en la ciencia, para que esta nos permita cumplir lo que el año 1999 decía este ficticio presidente de los Estados Unidos y conquistar la proeza más grande para la humanidad del siglo XXI: Derrotar al coronavirus.