Por primera vez en Chile se inició el proceso para escribir una propuesta de Carta Fundamental, escrita íntegramente por ciudadanos. Esta crónica de una inauguración Constituyente relata la experiencia del día 4 de julio de 2021: cuando comenzó este trabajo constituyente histórico en el país y que terminó posicionando a la Dra. Elisa Loncon, como la primera mujer mapuche Presidenta del poder constituyente chileno.
Por Fabián Padilla
4 de julio de 2021— Nadie dijo que sería fácil: es la idea que hoy circuló en las cabezas de las y los 155 convencionales constituyentes, nombre que se les dio a quienes asumieron la misión de escribir la nueva propuesta constitucional, que podría terminar con la actual Carta Fundamental escrita bajo la dictadura militar (1973—1990), texto que rige a los chilenos en la actualidad. Algunos con la vista en los teléfonos, desplazando sus dedos de arriba hacia abajo frenéticamente buscando información de lo que sucedía en los bordes de la Convención; otros mirando de frente a las fuerzas especiales de Carabineros, con los brazos en alto y las palmas extendidas pidiendo un alto al fuego; algunos simplemente mirando al vacío, enajenados, pétreos ante una situación que evidentemente los superaba: la sesión inaugural de la Convención Constitucional.
Son las 11:02 horas y lo que debió comenzar hace una hora atrás se encuentra estancado, producto de manifestaciones en el centro del Santiago, que recuerdan a los convencionales, que el origen de esta nueva Carta Magna se fraguó en manifestaciones masivas, quizás las más masivas de toda la historia republicana del país. Fueron protestas estudiantiles que comenzaron por el alza en el valor del pasaje del Metro y terminaron como expresiones violentas en todo Chile, en las que se clamó por una idea central que hizo sentido a un 80% de la ciudadanía: “dignidad”.
A pesar de que el evento se encontraba retrasado y algunos convencionales no llegaban a sus sitiales, se hizo sonar el himno nacional, compuesto por el poeta Ramón Carnicer, escrito por el periodista y político Eusebio Lillo e instaurado en la Constitución de 1828. Quienes entonaron el himno patrio con la mano en el corazón e ímpetu futbolero, fueron aquellos convencionales representantes de la derecha chilena y algunos independientes, mientras al frente, los constituyentes de las naciones originarias, se levantaban molestos y pedían el cese de la canción nacional, de la que no se sienten parte, un himno que le canta a una patria joven que se liberaba del yugo español, pero que olvidó a quienes la habitaron mucho antes que ellos.
“Señoras y señores convencionales constituyentes electos, reanudamos la audiencia y sesión solemne”, dice al micrófono con parsimonia a eso de las 11:09 horas, Carmen Gloria Valladares, la funcionaria del Tribunal Calificación de Elecciones (Tricel), quien preside la tarea de instalar solemnemente a este nuevo órgano constituyente chileno.
“¡Falta uno de los constituyentes reprimidos, tenga un poco de decencia!” gritaba uno de los convencionales al pleno de colegas presentes, interrumpiendo la lectura de la funcionaria pública. “¡Párala, párala, párala!” dijo con enojo otra convencional electa, quien se acercó a exhortar a Valladares para que esperara a todos los convencionales antes de dar inicio al ritual inaugural. “¡Hemos esperado 30 años, podemos esperar un día más!” gritó con ira mientras golpeaba un cartel en la mesa, cartel en el que se podía ver el rostro de José Miguel Uribe Antipani de 25 años, muerto de un disparo en el tórax cuando protestaba, como muchos otros, el día 21 de octubre de 2019 en la ciudad de Curicó, convencido en que Chile necesitaba cambios en el sistema actual.
En las afueras del edificio del exCongreso Nacional, algunos convencionales intentaban dialogar con oficiales de carabineros, autoridades del gobierno y manifestantes para detener la misma violencia que tuvo a Chile enfrentado durante meses y que solo se detuvo por azar, al llegar el primer caso de Covid-19 al país, el 3 de marzo de 2020.
La funcionaria pública, en un momento de algidez histórica, donde muchos pensaron que la Convención iba a fracasar en su instalación, condujo con serenidad—y las mangas arremangadas—aquel grupo humano y cuerpo constituyente enfrentado a la tarea de escribir los sueños y promesas que anhela un Chile enfermo, empobrecido y molesto, muy molesto.
La sesión se suspende y la tensión crece en las calles aledañas al edificio que alberga a los convencionales. Las y los manifestantes emplazan a la prensa a cubrir lo que estaba pasando, mientras los periodistas, tras las rejas de la organización del evento, acercan los micrófonos a la gente que invitan a mostrar la violencia policial. A su vez, funcionarios de carabineros heridos son llevados en andas por la calle, mientras en otras partes se repliegan y vuelven al ataque con el carro lanzaagua, para enfrentar los peñascos de una escena que para el país es un recuerdo vívido de la primavera del 2019.
Casi dos horas después del inicio oficial de esta Convención Constitucional, a las 12:18 horas, Valladares vuelve a leer la nómina de personas que componen esta instancia. Como una sala de clases de enseñanza media, compuesta de 155 alumnos, la profesora pasa la lista y al oírla, los estudiantes se ponen de pie para validar su asistencia. Algunos reciben pifias, otros aplausos: odiados y populares, mateos y desordenados. Durante un año estarán reunidos física y virtualmente para estudiar y congregarse, resolver problemas y hacer disertaciones a todo Chile. No buscan una nota 7, en esta oportunidad buscan hacer el mejor trabajo de sus vidas, para reemplazar aquel trabajo hecho por otro curso: uno mucho más pequeño y solo compuesto por hombres.
A las 13:04 horas se ponen todos de pie, para recibir la investidura final y dejar así instalada la sesión: “¿Aceptan asumir y ejercer el cargo de convencional constituyente para redactar y aprobar una propuesta de texto de nueva Constitución para Chile, cargo para el que fueron declarados electos y electas, en sentencia y proclamados por el Tribunal Calificador de Elecciones?” proclama Valladares, ante un gran y rotundo “¡Sí!” de los y las asistentes.
En cada asiento de los convencionales habían dos sobres, uno blanco y otro amarillo. Carmen Gloria Valladares dice que dirigirá la elección del Presidente/a de la Convención Constitucional, con otro funcionario del Tricel, Arturo Lagos Paris, dando instrucción de cómo se votará el cargo: el blanco para votar por Presidente, el amarillo para Vicepresidente. El nombre debe estar escrito con lápiz y este voto debe ser depositado en una improvisada urna, que parece un “Cáliz Sagrado”, como en la famosa película inspirada en el libro de J.K. Rowling. Todos pasaron adelante al ser llamados, todos depositaron su preferencia, la que se leyó en voz alta, clara e indiscreta, para sorpresa de los que veían el evento por televisión.
Tras una primera votación dividida, la segunda oportunidad permitió a la doctora Elisa Loncon Antileo, convertirse por 96 votos a favor, en la primera mujer mapuche a cargo de presidir este Poder Constituyente, que el día 15 de noviembre de 2019 fue consagrado en el Acuerdo por la Paz y por una Nueva Constitución, la que no incluyó a los pueblos originarios y cuotas de género para las mujeres en su primera versión.
Solo después de las reformas realizadas en 2020 por el Congreso Nacional, se adoptan estas dos medidas que modificaron el acuerdo original: así pudo una mujer mapuche, académica de la Universidad de Santiago de Chile, con un magister y dos doctorados, subir la tarima con la bandera de su pueblo, en compañía de la machi Francisca Linconao— quien en 2013 fuera acusada de terrorismo y tenencia ilegal de armas por el caso del asesinato de la familia Luchsinger-Mackay, hoy libre de toda responsabilidad— a tomar las riendas y dar inicio por fin a lo que todo Chile estaba esperando.
La luz comenzaba a caer. En invierno los días en Santiago duran mucho menos. Entre vítores de alegría y júbilo, Loncon expresaba sus primeras palabras en mapudungun, lengua ancestral que no se enseña en casi ningún colegio de Chile. Lenguaje de sordos para los convencionales presentes, a los que Elisa busca enseñar y saludar con fraternidad, libertad y entre iguales: Mari Mari Kom Pu Che!
“Un saludo grande al pueblo de Chile, desde el Norte hasta la Patagonia, desde Lafquen, el Mar hasta la Cordillera, en las islas, a todo el pueblo de Chile que nos está escuchando. Aquí estamos lamgen (hermanos y hermanas), agradecerles el apoyo a las diferentes coaliciones, que entregaron su confianza y depositaron sus sueños en el llamado que hiciera la nación Mapuche, para votar por una persona mujer, mapuche, para cambiar la historia de este país. Nosotros lamgen (hermanos y hermanas), muy felices por esta fuerza que nos dan, pero esta fuerza es para todo el pueblo de Chile, para todos los sectores, para todas las regiones y para todas las naciones originarias que nos acompañan.” enunció emocionada Elisa Loncon ante el pleno de convencionales.
Para sorpresa de todas y todos, la mujer mapuche que veían liderando la Convención Constitucional, los trató todo el tiempo de lamgen, es decir, los llamó hermanos y hermanas. ¿Qué político ha tratado con igual lazo fraterno a otro en estos 200 años de República? Hemos escuchado la palabra Compañero, Correligionario, Camarada, pero nunca Lamgen (Hermano/a). Posiblemente, esta forma de hacer política da un golpe a la cátedra en el ejercicio republicano al que estamos acostumbrados. La hermandad es el vínculo que asegura al otro que, a pesar de todas las peleas y discusiones, la familia prevalece. Se dijo muchas veces, antes de que este día llegara, que una Constitución era una “casa común”. Una casa de la cual todos se sientan como lamgen, en la que todos se sientan como una familia.
El día 4 de julio será recordado en Chile como el día en que se inicia la gran empresa de (re)hacer una familia: nadie dijo que sería fácil.